jueves, 6 de septiembre de 2012

92 días en Buenos Aires: Punto y Final

No he escrito hasta ahora porque estoy cansada de las letras. Pero creo que Buenos Aires merece un final, así que hago un esfuerzo para dejar constancia de aquello que hemos vivido en la ciudad porteña y a aquellos que hemos conocido en nuestro tiempo aquí. 

En realidad no llevo 92 días en Buenos Aires. Ese es el total que haré cuando coja el avión de regreso a Madrid. Como sé que de repente no voy a escribir en tres días lo que no he escrito en tantos y tantos, aquí va mi punto y final. Con este post termina mi aventura por el mundo y también doy por finiquitado desdemadridalmundo. No han sido 365 días, pero tal y como yo lo veo, sí ha sido un año de vida. 

A estas alturas puedo decir que no conozco Argentina. Tendré que volver para disfrutar del país, porque señores cuando se va a vivir a otro país, no necesariamente se va a conocerlo. Algunos no se pueden visitar si no tienes ni dinero, ni tiempo. Julio y yo con poco hacemos maravillas y mi tiempo profesional, desgraciadamente, puedo ajustarlo para robarle días y moverme, pero...se nos escapó algo: Julio vino a trabajar y este país es tan grande que la opción de irte un fin de semana a otro lado supone un desembolso demasiado sacrificado para dos días y tantos kilómetros de extensión.  

Con este último relato quiero ser bastante fiel a mí misma, porque no sólo lo escribo para que los nuestros nos sigan la pista, lo hago para cuando pierda la memoria, que es algo muy común en mí. Así que intentaré no autoengañarme mucho. 

Como decía: no conozco Argentina, pero creo que puedo decir que he ido a casi todos los sitios destacados de Buenos Aires. Si alguna vez vuelvo aquí, estoy convencida de que sabría moverme muy bien por sus largas y largas calles. Julio y yo realmente hemos vivido en Buenos Aires y con Buenos Aires. Juntos y por separado. Como es normal, hemos compartido mucho tiempo las mismas experiencias y cada uno hemos vivido la ciudad de una manera. Julio trabajando en ella, con ella y para ella. Yo haciendo los días en ella, a veces sintiendo mucha soledad a pesar de lo grande que es esta ciudad. 

Primero hablemos de la gente que hemos conocido. Han sido unos cuantos, pero voy a limitar la lista a los amigos que hemos hecho y que conservaremos. Son Juan y Ana. Juan es un onubense de Isla Cristina que trabaja aquí cincuenta días, vuelve siete a su casa a ver a su mujer y a su niños y retorna para otros cincuenta  días. Y Ana es su cachonda mujer que vino por diez días para experimentar cómo vivía su marido en Buenos Aires. Juan es un hombre que cae de pie. Tiene suerte hasta en las desgracias y es simpático, generoso, divertido, amable y cariñoso. Julio y yo le tenemos un enorme respeto y más cariño. Tanto que cada vez que hacemos algo en Buenos Aires lo estamos llamando. 

En los diez días que vino Ana, me puse las pilas y mientras su marido trabajaba, nos fuimos juntas a conocer Buenos Aires. Así profundicé la ciudad y ahora a cualquiera que viniese a Buenos Aires podría decirle con precisión que recorrido hacer para no perderse nada. Detallaré un poco...

Recoleta. Es mi barrio. Donde está el famoso cementerio que da vida a esta zona un poco turística y esnob. Mucha tienda, mucho restaurante, mucho mausoleo y un lugar seguro, animado por zonas y tranquilo por otras. Lo pintoresco de Recoleta es la Plaza de Francia que se llena de puestos de artesanos los domingos. De ella se va a Avenida del Libertador que muestra con orgullo la vieja riqueza del país, entre estatuas, jardines y monumentos. Aquí está la Universidad de Derecho, que más que un centro de estudio parece la Acrópolis... En Recoleta hay un café -La Biela- en cuya terraza casi siempre luce el sol, aunque en el resto del barrio no. Es muy famoso y pintoresco. Allí he pasado muchas mañanas leyendo un libro. 

Palermo. Está el viejo, el nuevo, el alto, el bajo, el Sojo, el Hollywood... Palermo es la zona de la moda, las copas, los guapos, lo creativo, lo rompedor... Grandes calles con casas bajas en las que se abren comercios inmensos llenos de diseñadores jóvenes que comparten el espacio para vender su talento. 

Corrientes. La calle de los teatros. Llena de vida, movimiento, teatros, teatros, librerías y teatros, entre restaurantes y cafeterías. Corrientes nunca duerme. Los dos sitios en los que más he disfrutado en Corrientes son un restaurante al aire libre que se oculta en una pequeña plaza que se adentra entre pasadizos, absorbiendo la tranquilidad que no tiene la larga calle; así como un sótano con humedad al que nos llevó Julio a Juan y a mí, y en donde se ofrecía un fantástico concierto de Jazz. 

La Avenida de Mayo, el Obelisco, la hortera Casa Rosada y la calle Florida. Del primer sitio no olvidaré el Café Tortoni, una maravilla de sitio que nos recomendó mis tíos y por el que hemos hecho cola para entrar. Merece la pena porque es maravilloso. Del Obelisco, a parte de la inmensidad de la Avenida 9 de Julio en donde está ubicado, por donde he pasado bajo su pedestal una tantas veces para ir a buscar a Julio al trabajo, me quedo con el 'Bar de Julio' -se llama así- un lugar modesto que siempre ofrece canciones de tango en vivo a cambio de unas moneditas para la gorra. Los cantantes dicen que el que tenga dinero que eche lo que le parezca, y el que no que lo disfrute. La Casa Rosada es hortera y por la noche, con sus tantos colores iluminados y el reflejo de las luces de los edificios colindantes, más hortera aún, pero no es fea. Es recargada y colorista. Me parece irónico que los porteños estén tan cansados de su Gobierno y que éste se muestre con tanto color, parece como si se riese a la cara de la gente... En fin, es mi apreciación. Pero, lo que más me llama la atención de la Casa Rosadita son las cruces plantadas justo frente a ella. Recuerdan la Guerra de las Malvinas, que todavía no se supera. La Calle Florida está hecha para tomar el pelo a los turistas con artículos de mala calidad. Es larga, peatonal, un poco decadente y ofrece mucha porquería, pero entre tantas y tantas galerías comerciales, se aprecia una vida intensa, la del 'buscavida'. 

Abasto. Triste. En su tiempo tuvo que ser muy bello, pero por un lado se lo han cargado y por otro lo han descuidado. La página de turismo de Buenos Aires incluye esta zona como recorrido de interés, pero le haría un favor a la ciudad si la eliminase o si recuperase el barrio. A esta zona le adjudican el tango porque por aquí anda la casa de Gardel, que ahora es un museo y es donde Julio y yo fuimos a aprender tango. Entre suciedad y abandono todavía hoy hay pequeñas casas llenas de color, letras de canciones y duende que te dan una idea de lo que era este barrio. Pero lo peor que han hecho en él ha sido convertir un maravilloso y espectacular mercado- El Mercado de Abasto-  en un ordinario centro comercial.

Caminitos. La Boca. En realidad son dos calles y están bien definidas por guardias de seguridad que intentan proteger a los turistas del resto del barrio. Es decir, las dos calles llenas de casas de aluminio pintadas de todos los colores posibles, que es lo que le hace tan especial, están delimitadas hasta las seis de la tarde. Hora en la que los puestos de artesanos y restaurantes a cada lado de las dos cuadras comienzan a recoger los trastos. En su día Caminito significó algo para Buenos Aires, pero ahora es un lugar artificial creado para contentar y sacar las perras al turista. 

San Telmo. Lo mejor de Buenos Aires. A esta zona se le llama así por el mercado que se celebra cada domingo en ella. Es fantástica, llena de música, baile, creatividad, color, puestos y puestos que se alinean hasta el infinito, un mercado galería de antigüedades increíblemente auténtico. Rincones estupendos. Aquí Ana, Juan, Julio y yo pasamos un domingo genial disfrutando con los conciertos, en una terraza antigua para nosotros solos, admirando una batucada en la calle... Fue un día fantástico. 

Puerto Madero. Una desilusión. Demasiada expectativas por mi parte

Las Cañitas. Un sitio que se está recuperando para convertirse en una zona de moda en restaurantes y pubs. Está bonito y hay buenos sitios para comer. Juan, Julio y yo disfrutamos un buen almuerzo aquí en una pizzería que nos llevó Juan y cuyo nombre no recuerdo. 

Tigre. Más mercado. Es inmenso e inmenso. Lleno de puestos de todo tipo, restaurantes y es bello porque se cierra sobre el Río Tigre. 

El Barrio Chino. Bueno, son dos cuadras a las que se entra por un gran arco chino para llegar a numerosas tiendas chinas horteras, puestos callejeros y otros tantos restaurantes asiáticos. Si no lo visitas no te pierdes nada. 

Cosas que hemos visto y hecho en Buenos Aires: 
Aprender el cuadrado del Tango (es el primer paso y de ahí no pasamos porque dejamos de ir a clase. Es que regañamos mucho)

Comer carne y queso: mucha, muchísimo. Para mí lo mejor es el Bife de Lomo y nuestra viciada Broboleta

Desayunar las promos de Buenos Aires: zumo de naranja, tres facturas (medialunas), café y un vasito de agua con gas

Ir a una tanguería. Muy interesante ver como se piden para bailar, la moda sin época de los vestidos de ellas y los trajes de ellos, los diferentes estilos, el círculo en la sala tan bien formado, lo intemporal y un poco decadente de todo.

Ir a una pequeña obra monólogo. Ofrecen todo tipo de espectáculos de todo tipo de precios y una noche decidimos ir a uno por 50 pesos cada uno. Nos equivocamos de sala y terminamos en otro -No estuvo mal-

Regañar con los argentinos. Los comercios nunca corrigen los errores que comenten, como por ejemplo las lavanderías que son capaces de darte la ropa de otro y la tuya darla por desaparecida.

Comprar y leer libros -por cierto que nadie deje de visitar la librería El Ateneo de Avenida Santa Fe si alguna vez viene a Buenos Aires- es maravillosa y merece su condición de segunda librería más bella del mundo.

Ver paseadores que perros con miles de correas en sus manos (lo malo es que no limpian lo que van dejando los perros, así que la ciudad está llena de mierda)

Los vendedores de los colectivos, son maestros del discurso comercial y te venden donde sea aunque estemos en movimiento. 

Los recolectores nocturnos portando carros y recogiendo todo lo que tengan a su alcance para después separar el cartón y el plástico.

Y flipar con la locura de la inflación que vive el país. Cada día te levantas sin saber cuánto te costará la leche para esa jornada. Todo es igual y todos los comercios ofrecen las compras en cuotas, sea lo que sea que vayas a comprar. Julio y Juan se pasan el día chequeando el precio de las cervezas...

!Anda! me olvidaba. También hemos ido a un hipódromo y hemos apostado en tres carreras. Perdimos cincuenta pesos entre los tres, ó sea, diez euros. Je je 

Lo último. No hemos conocido Argentina, pero sí hemos pasado su frontera. Un día cogimos el ferry con nuestra pareja de andaluces y nos fuimos a Uruguay. Exactamente a Colonia, un lugar muy bonito y seguramente más lindo en primavera. A nosotros nos tocó un día de lluvia y tormenta por lo que lo pasamos en un cochecito turístico, con un paraguas y de bar en bar. Volvimos esa misma noche con el pasaporte renovado. 

Se me olvidan cosas. Claro. Pero bueno, me siento mejor porque por lo menos cierro Desdemadridalmundo como merece. Tengo ganas de volver a Madrid y comenzar una nueva aventura allí, con Julio, y más cerca de los nuestros.  


Besos a todos los que nos han acompañado en Desdemadridalmundo en este año nuestro