El objetivo de los
días siguientes fue encontrar leones, así que el desayuno fue más corto y menos
tranquilo, ya que estábamos decididos a salir temprano de safari para saludar a
los leones. En uno de esos paseos-descubrimientos observamos una de las escenas más auténticas y sorprendentes del Masai Mara.
Hubieron muchas más, muy sencillas, las que marcaron nuestra visita, que
intentaré describir lo mejor posible. Yo las titularía: ‘Aquellos simples momentos que no olvidaré’.
El ‘cuidado’ de David
Uno de ellos: En esos
viajes nos acompañaba el incondicional David- el avispado masai, enérgico, activo,
resolutivo y con astuta mirada. Ya comenté que en nuestros safaris a veces
conducía Raúl y otras David. Pues, en nuestras primeras incursiones por el Masai
Mara, cada vez que íbamos a caer en algún profundo hoyo o en una embarrada
charca, Raúl avisaba a los pasajeros con un ‘cuidado’. En poco, David aprendió
la palabra bien rapidito y cada vez que tenía oportunidad la repetía. Pero no era
igual al cuidado de Raúl, era un cuidado con pronunciada d y musical, algo así
como: cuidaaad. Como me hubiera gustado grabarlo para que lo oyesen.
La desesperada búsqueda
Otro momento: la
búsqueda de leones. Temprano, con los animales desperezándose, nosotros
irrumpíamos con el 4x4 por los pequeños y bajos bosques dispersos por la tierra Masai
en busca de los leones. Entrábamos en uno, todos mirando, buscando, observando
las malezas, de izquierda a derecha. Irrumpíamos en otro, unos mirando a un
lado, otros al otro, confundiendo rocas con la sombra de leones. Y, mientras
andábamos en esa misión, aparecían, como para no desilusionarnos, elefantes,
tic tics, mis queridos pumbas, alguna perdida gacela…
Los masais en el infinito
El siguiente: Una
imagen repetida en las grandes extensiones del Masai Mara. Los solitarios
masais caminando hacia el infinito. Íbamos en nuestro 4x4 en busca de animales
y, de repente, te encontrabas a lo lejos, muy a lo lejos, un hombre caminando
hacía un punto sin identificar, pausado, sin cambiar el ritmo, en mitad de la
inmensidad. Otras veces, veías a una pequeña familia, con el mismo paso; alguna
que otra vez, hallabas a una mujer con sus telares superpuestos de colores. Todos
con sus características mantas a cuadros rojos. Los personajes variaban, pero
la escena era la misma. Hombres, mujeres, y mujeres con niños, solitarios,
caminando hacia un lugar muy lejano que no alcanzaba a divisar, en la mismísima
Sabana, donde residían búfalos, ñus, leones, leopardos, guepardos, hipopótamos,
cebras, jirafas…
Los brindis de Raúl
Más momentos: Los
brindis de Raúl. Aquellos brindis, numerosos brindis que con socarronería
comenzaban solemnes y terminaban como si de un chiste inglés se tratase: “Por los mejores amigos….y, por vosotros”.
Encontrándonos con la armonía de la naturaleza
El momento
indescriptible: el que protagonizó nuestro amigo el guepardo. Nuevamente, y van
tres, nos los volvimos a encontrar. Fuera broma, nos encontramos al guepardo de
las manchas. Se ve que nos pasamos los safaris recorriendo su territorio. Pero éste fue el tropiezo más especial. Era temprano, muy de mañana, en una de esas madrugadoras horas en las que insistíamos con la búsqueda del león perdido, y ahí estaba nuestro amigo
el guepardo –ya era tal la confianza que le llamé Jaimito porque me parecía
bien travieso-. Jaimito estaba bajo la sombra de un árbol, tumbado, relajado,
aunque de vez en cuando se pegaba un pequeño revolcón sobre sí mismo.
Es curioso, te
encuentras un guepardo tres veces en la misma semana y ya empiezas a perderle
respeto. Recuerdo que la primera vez que lo divisé, me refugie tras la ventana,
agarrando el manillar por si le daba por saltar. En la tercera ocasión, me
alongaba por el techo abierto del 4x4, que cada vez se acercaba más al
animal….Pero, ese no fue el momento indescriptible.
Decía que ahí
andaba el guepardo, tumbado bajo la sombra del árbol, mientras en la inmensa
llanura, a su izquierda y bien cerquita, se encontraban manadas de impalas,
gacelas, cuatro cebras, unos cuantos ñus. La imagen fue inolvidable, el
silencio se palpaba, y los movimientos de unos y otros no se me olvidarán.
Vamos a ver si consigo trasladar el momento: Miraba al guepardo, se tumbaba,
levantaba la cabeza y echaba un vistazo hacia la izquierda, hacia ellos. Contemplaba
a la variopinta manada, dos impalas en alerta, inmóviles, observando al
depredador; las otras a su alrededor, y más allá, comiendo como si nada; las
cuatro cebras, igual, dos de cara y dos de culo, las que vigilaban al animal,
quietas; las otras, comiendo; Los ñus, lo mismo, unos de guardia y los otros a
lo suyo. Volvía a observar al guepardo, parecía que se iba a levantar, se
recostaba, se daba la vuelta juguetón, y vuelta a tumbarse. La imagen de la izquierda
se repetía, algunos de los observadores incluso estaban más cerca; un impala
levantaba la cabeza, dirigía la mirada al árbol y seguía comiendo. Fue
sorprendente, fue mágico, fue descubrir lo que realmente es la naturaleza. En
momentos deseaba que empezase la acción, que el gigante gato se levantase y
corriese tras una estampida de presas. En otros, sólo quería seguir observando
la rareza de la naturaleza en esa actitud de extraña convivencia.
Hola Julio
Una anécdota
curiosa. En uno de nuestros caminos en busca de animales nos tropezamos con
unos cuantos jeeps. De repente, de uno de ellos sale un efusivo y enérgico
saludo que nos dejó a todos estupefactos. Ahí, en mitad del Masai Mara un negro
saluda a Julio encantadísimo de volver a verlo: “Julio, Julio, eh, hola Julio”. Resulta que era uno de los primeros
amigos con los que Julio entabló conversación cuando íbamos de camino a
Enkerende. Nuestro conductor, el comelón de chucherías, con el que Julio se
pasó todo el trayecto entre conversaciones y risas: Nick.
La seguridad de hallar el lugar
Las conversaciones fueron
importantes en este viaje. Todas, pero sobre todo aquellas en las que conocimos
mejor a nuestros nuevos amigos. Preguntamos de todo, preguntamos su historia,
descubrimos que mientras intentan hacerse una vida, un hogar en mitad del
Masai, también buscan la manera de ayudar a la gente masai, buscando recursos,
ayuda y gente para proveerles de una escuela y un hospital. Nos encontramos con
una pareja que un día, hace mucho tiempo, cayeron en Kenia y desde entonces
supieron que allí querían vivir. Una pareja que encontró su lugar. No saben
hasta cuándo, pero saben que ahora el Masai Mara es su lugar. Envidié la
inspirada seguridad del momento en que Cristina se percató de eso: de que quería
vivir en Kenia.
Van cuatro de cinco: Los rinocerontes
Y ahí va una sobre
otro de los Grandes Cincos. Yo había oído que los rinocerontes estaban en
peligro de extinción y que los tenían bien refugiados en una zona controlada y
cerrada del Masai, por eso no esperaba encontrarnos con alguno así como si
nada. Pero, en una de esas mañanas de búsqueda de leones, nos dirigimos cada
vez más alto y más alto hacia un monte. No teníamos ni idea de a dónde íbamos,
ni que íbamos a ver, así que la sorpresa, por lo menos para mí, fue monumental.
Ahí estaban, en un claro del monte, junto a dos rangers, dos enormes,
grandiosos rinocerontes, Adán y Eva. Míticos, calmados, pastando, con sus
cuidadores al lado. Salimos del coche, nos acercamos con uno de los ranger como
compañero, nos sacamos miles de fotos, nos apartamos de su camino en línea
recta con cierto acojone, y…, cómo no, Julio entabló conversación con el
ranger.
Cuando los planes cambian y no pasa nada:
Tras los
rinocerontes, subimos al monte, donde estaba el pequeño refugio donde guardaban
a los rinos para protegerlos de los cazadores furtivos. Allí, el coche se
volvió a escoñar. Pero, no pasa nada, esa fue una oportunidad para más
cachondeo, para que las chicas nos tumbásemos a la bartola-literal- para almorzar
pequeños sándwiches acompañados de Tuskers, y para que Julio se irritase porque
había tanto hombre bajo el coche- David, Raúl y Jacobo- que él no tenía hueco
para volver a restregarse por el suelo.
La curiosidad de las jirafas
El walking safari
En ese paseo
también aprendimos a utilizar el arco. Bueno, lo que se dice aprender, pues no
mucho. Éste fue otro momento estelar, pero mejor lo aprecian en video, que
estoy segura de que Julio lo va a insertar.
Y por último, quedó
el final de nuestro agradable paseo, con la llegada de la noche y con la
sorpresa que nos tenían preparada los enkerendes. Este momento, que me muero
por contar, es el que no voy a desvelar, porque merece quedarse en el anonimato,
como los grandes finales de grandes películas. Lo que sí les puedo decir es que
yo, al ver el ambiente, la escena, la atmosfera, lloré de emoción y abracé
agradecida por el momento-regalo a Raúl y a Cristina, inmejorables anfitriones.
¿Recuerdan los cinco grandes?:
Leopardo, Elefante, Rinoceronte, Búfalo y León. Pues nos faltó el León. Sí
señores, mira que buscamos y buscamos. Pues no aparecieron, y eso que dicen que
el Masai Mara es tierra de leones. Yo quiero pensar que la naturaleza lo hizo intencionadamente
para que nos viésemos en la obligación de volver.
Hoy llevo 62 días
en Kenia, Julio 69. En realidad el post es de los primeros días del año, así que en breve nos pondremos al día...
Me ha encantado este post. deberían crear un club de fans del guepardo !es todo un personaje!. Pena lo de los otros "gatos" pero así hay excusa para volver. La envidia me corroe chicos. Bssss. Leila
ResponderEliminarHola campeones! No me creo, vuelvo a repetir, no me creo, que el dotor y cabotudo de Julio no se metiera al final debajo del coche!!!, jajajaja! Ooooooyyyyyyeeeee queremos saber ese final de pelicula, por dios, decirnoslo o nos pegamos un tiro en la cabeza!!!!!!. No podeis dejarnos asi!!!!, no es bueno dejarnos asi!. Besos. Kiko y Rebe.
ResponderEliminarHola niños!!!! Pues sí, parecía una busquereta intentando buscar un hueco donde tumbarme e intentar ver o participar en la reparación del coche. Y no podía!!! Entre el masai, Raúl y Jacobo no me dejaban hueco. Los nervios se me comían por dentro, jajaja.
ResponderEliminarBueno, a ver si en los próximos capítulos os enseñamos otro video de nuestra Robinsona de los Bosques.
Besos a los dos
Oye no os quejéis aunque no halláis visto leones, otros solo vemos gatetes y perretes.....y lo que es peor, al compañero de trabajo que tienes delante jejejejejejeje
ResponderEliminarJavi, que por la noche todos los gatetes son pardos!!
ResponderEliminar¿ya te han curado el costipado?
jijijijijijiji y que lo digas...
ResponderEliminarPues solo me queda ese carraspeo en la garganta que no se va ni para dios, por lo demás todo correcto...
Intendando cuadrar las vacaciones, entre un concierto que quiero ir, los exámenes de ingles de la escuela de idiomas y que a Clara le viene mejor en junio.....así estamos.
Al final vuelvo para Asia, nos vamos a Laos y Camboya y puede que pase por Singapur, que tengo a un amigo trabajando allí e igual voy un par de días a verlo.
Esta es mi vida y así se la he contado jajajajajajajajajajaja
Saludos para los dos.
CHICOS!!! QUE PASA???! HOMBRE YA!! QUE ESTO ESTA MUERTO!! AHORA NO NOS PODEIS DEJAR ASI SIN MASª!!!! POR DIOS!!!
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