Desde Madrid a Generación Incertidumbre
Por caprichos del destino, tras cinco meses en Kenia, pasaremos el resto de 2012 en Argentina. Segunda parada: Buenos Aires. A Julio le encantaba Kenia. Cuando conoció este país me dijo: 'Laura, a Kenia tenemos que ir por un tiempo'. Pues, no fue broma porque aquí nos ves, en Kenia. Hemos dejado nuestra amada Madrid por un año. Y en eso, en un año, estaremos por el mundo. Primera parada: Nairobi, Kenia.
martes, 23 de octubre de 2012
jueves, 6 de septiembre de 2012
92 días en Buenos Aires: Punto y Final

En realidad no llevo 92 días en Buenos Aires. Ese es el total que haré cuando coja el avión de regreso a Madrid. Como sé que de repente no voy a escribir en tres días lo que no he escrito en tantos y tantos, aquí va mi punto y final. Con este post termina mi aventura por el mundo y también doy por finiquitado desdemadridalmundo. No han sido 365 días, pero tal y como yo lo veo, sí ha sido un año de vida.
A estas alturas puedo decir que no conozco Argentina. Tendré que volver para disfrutar del país, porque señores cuando se va a vivir a otro país, no necesariamente se va a conocerlo. Algunos no se pueden visitar si no tienes ni dinero, ni tiempo. Julio y yo con poco hacemos maravillas y mi tiempo profesional, desgraciadamente, puedo ajustarlo para robarle días y moverme, pero...se nos escapó algo: Julio vino a trabajar y este país es tan grande que la opción de irte un fin de semana a otro lado supone un desembolso demasiado sacrificado para dos días y tantos kilómetros de extensión.
Con este último relato quiero ser bastante fiel a mí misma, porque no sólo lo escribo para que los nuestros nos sigan la pista, lo hago para cuando pierda la memoria, que es algo muy común en mí. Así que intentaré no autoengañarme mucho.
Como decía: no conozco Argentina, pero creo que puedo decir que he ido a casi todos los sitios destacados de Buenos Aires. Si alguna vez vuelvo aquí, estoy convencida de que sabría moverme muy bien por sus largas y largas calles. Julio y yo realmente hemos vivido en Buenos Aires y con Buenos Aires. Juntos y por separado. Como es normal, hemos compartido mucho tiempo las mismas experiencias y cada uno hemos vivido la ciudad de una manera. Julio trabajando en ella, con ella y para ella. Yo haciendo los días en ella, a veces sintiendo mucha soledad a pesar de lo grande que es esta ciudad.
Primero hablemos de la gente que hemos conocido. Han sido unos cuantos, pero voy a limitar la lista a los amigos que hemos hecho y que conservaremos. Son Juan y Ana. Juan es un onubense de Isla Cristina que trabaja aquí cincuenta días, vuelve siete a su casa a ver a su mujer y a su niños y retorna para otros cincuenta días. Y Ana es su cachonda mujer que vino por diez días para experimentar cómo vivía su marido en Buenos Aires. Juan es un hombre que cae de pie. Tiene suerte hasta en las desgracias y es simpático, generoso, divertido, amable y cariñoso. Julio y yo le tenemos un enorme respeto y más cariño. Tanto que cada vez que hacemos algo en Buenos Aires lo estamos llamando.
En los diez días que vino Ana, me puse las pilas y mientras su marido trabajaba, nos fuimos juntas a conocer Buenos Aires. Así profundicé la ciudad y ahora a cualquiera que viniese a Buenos Aires podría decirle con precisión que recorrido hacer para no perderse nada. Detallaré un poco...
Recoleta. Es mi barrio. Donde está el famoso cementerio que da vida a esta zona un poco turística y esnob. Mucha tienda, mucho restaurante, mucho mausoleo y un lugar seguro, animado por zonas y tranquilo por otras. Lo pintoresco de Recoleta es la Plaza de Francia que se llena de puestos de artesanos los domingos. De ella se va a Avenida del Libertador que muestra con orgullo la vieja riqueza del país, entre estatuas, jardines y monumentos. Aquí está la Universidad de Derecho, que más que un centro de estudio parece la Acrópolis... En Recoleta hay un café -La Biela- en cuya terraza casi siempre luce el sol, aunque en el resto del barrio no. Es muy famoso y pintoresco. Allí he pasado muchas mañanas leyendo un libro.
Palermo. Está el viejo, el nuevo, el alto, el bajo, el Sojo, el Hollywood... Palermo es la zona de la moda, las copas, los guapos, lo creativo, lo rompedor... Grandes calles con casas bajas en las que se abren comercios inmensos llenos de diseñadores jóvenes que comparten el espacio para vender su talento.
Corrientes. La calle de los teatros. Llena de vida, movimiento, teatros, teatros, librerías y teatros, entre restaurantes y cafeterías. Corrientes nunca duerme. Los dos sitios en los que más he disfrutado en Corrientes son un restaurante al aire libre que se oculta en una pequeña plaza que se adentra entre pasadizos, absorbiendo la tranquilidad que no tiene la larga calle; así como un sótano con humedad al que nos llevó Julio a Juan y a mí, y en donde se ofrecía un fantástico concierto de Jazz.
La Avenida de Mayo, el Obelisco, la hortera Casa Rosada y la calle Florida. Del primer sitio no olvidaré el Café Tortoni, una maravilla de sitio que nos recomendó mis tíos y por el que hemos hecho cola para entrar. Merece la pena porque es maravilloso. Del Obelisco, a parte de la inmensidad de la Avenida 9 de Julio en donde está ubicado, por donde he pasado bajo su pedestal una tantas veces para ir a buscar a Julio al trabajo, me quedo con el 'Bar de Julio' -se llama así- un lugar modesto que siempre ofrece canciones de tango en vivo a cambio de unas moneditas para la gorra. Los cantantes dicen que el que tenga dinero que eche lo que le parezca, y el que no que lo disfrute. La Casa Rosada es hortera y por la noche, con sus tantos colores iluminados y el reflejo de las luces de los edificios colindantes, más hortera aún, pero no es fea. Es recargada y colorista. Me parece irónico que los porteños estén tan cansados de su Gobierno y que éste se muestre con tanto color, parece como si se riese a la cara de la gente... En fin, es mi apreciación. Pero, lo que más me llama la atención de la Casa Rosadita son las cruces plantadas justo frente a ella. Recuerdan la Guerra de las Malvinas, que todavía no se supera. La Calle Florida está hecha para tomar el pelo a los turistas con artículos de mala calidad. Es larga, peatonal, un poco decadente y ofrece mucha porquería, pero entre tantas y tantas galerías comerciales, se aprecia una vida intensa, la del 'buscavida'.
Abasto. Triste. En su tiempo tuvo que ser muy bello, pero por un lado se lo han cargado y por otro lo han descuidado. La página de turismo de Buenos Aires incluye esta zona como recorrido de interés, pero le haría un favor a la ciudad si la eliminase o si recuperase el barrio. A esta zona le adjudican el tango porque por aquí anda la casa de Gardel, que ahora es un museo y es donde Julio y yo fuimos a aprender tango. Entre suciedad y abandono todavía hoy hay pequeñas casas llenas de color, letras de canciones y duende que te dan una idea de lo que era este barrio. Pero lo peor que han hecho en él ha sido convertir un maravilloso y espectacular mercado- El Mercado de Abasto- en un ordinario centro comercial.
Caminitos. La Boca. En realidad son dos calles y están bien definidas por guardias de seguridad que intentan proteger a los turistas del resto del barrio. Es decir, las dos calles llenas de casas de aluminio pintadas de todos los colores posibles, que es lo que le hace tan especial, están delimitadas hasta las seis de la tarde. Hora en la que los puestos de artesanos y restaurantes a cada lado de las dos cuadras comienzan a recoger los trastos. En su día Caminito significó algo para Buenos Aires, pero ahora es un lugar artificial creado para contentar y sacar las perras al turista.
San Telmo. Lo mejor de Buenos Aires. A esta zona se le llama así por el mercado que se celebra cada domingo en ella. Es fantástica, llena de música, baile, creatividad, color, puestos y puestos que se alinean hasta el infinito, un mercado galería de antigüedades increíblemente auténtico. Rincones estupendos. Aquí Ana, Juan, Julio y yo pasamos un domingo genial disfrutando con los conciertos, en una terraza antigua para nosotros solos, admirando una batucada en la calle... Fue un día fantástico.
Puerto Madero. Una desilusión. Demasiada expectativas por mi parte
Las Cañitas. Un sitio que se está recuperando para convertirse en una zona de moda en restaurantes y pubs. Está bonito y hay buenos sitios para comer. Juan, Julio y yo disfrutamos un buen almuerzo aquí en una pizzería que nos llevó Juan y cuyo nombre no recuerdo.
Tigre. Más mercado. Es inmenso e inmenso. Lleno de puestos de todo tipo, restaurantes y es bello porque se cierra sobre el Río Tigre.
El Barrio Chino. Bueno, son dos cuadras a las que se entra por un gran arco chino para llegar a numerosas tiendas chinas horteras, puestos callejeros y otros tantos restaurantes asiáticos. Si no lo visitas no te pierdes nada.
Aprender el cuadrado del Tango (es el primer paso y de ahí no pasamos porque dejamos de ir a clase. Es que regañamos mucho)
Comer carne y queso: mucha, muchísimo. Para mí lo mejor es el Bife de Lomo y nuestra viciada Broboleta
Desayunar las promos de Buenos Aires: zumo de naranja, tres facturas (medialunas), café y un vasito de agua con gas
Ir a una tanguería. Muy interesante ver como se piden para bailar, la moda sin época de los vestidos de ellas y los trajes de ellos, los diferentes estilos, el círculo en la sala tan bien formado, lo intemporal y un poco decadente de todo.
Ir a una pequeña obra monólogo. Ofrecen todo tipo de espectáculos de todo tipo de precios y una noche decidimos ir a uno por 50 pesos cada uno. Nos equivocamos de sala y terminamos en otro -No estuvo mal-
Regañar con los argentinos. Los comercios nunca corrigen los errores que comenten, como por ejemplo las lavanderías que son capaces de darte la ropa de otro y la tuya darla por desaparecida.
Regañar con los argentinos. Los comercios nunca corrigen los errores que comenten, como por ejemplo las lavanderías que son capaces de darte la ropa de otro y la tuya darla por desaparecida.
Comprar y leer libros -por cierto que nadie deje de visitar la librería El Ateneo de Avenida Santa Fe si alguna vez viene a Buenos Aires- es maravillosa y merece su condición de segunda librería más bella del mundo.
Ver paseadores que perros con miles de correas en sus manos (lo malo es que no limpian lo que van dejando los perros, así que la ciudad está llena de mierda)
Los vendedores de los colectivos, son maestros del discurso comercial y te venden donde sea aunque estemos en movimiento.
Los recolectores nocturnos portando carros y recogiendo todo lo que tengan a su alcance para después separar el cartón y el plástico.
Y flipar con la locura de la inflación que vive el país. Cada día te levantas sin saber cuánto te costará la leche para esa jornada. Todo es igual y todos los comercios ofrecen las compras en cuotas, sea lo que sea que vayas a comprar. Julio y Juan se pasan el día chequeando el precio de las cervezas...
!Anda! me olvidaba. También hemos ido a un hipódromo y hemos apostado en tres carreras. Perdimos cincuenta pesos entre los tres, ó sea, diez euros. Je je
Lo último. No hemos conocido Argentina, pero sí hemos pasado su frontera. Un día cogimos el ferry con nuestra pareja de andaluces y nos fuimos a Uruguay. Exactamente a Colonia, un lugar muy bonito y seguramente más lindo en primavera. A nosotros nos tocó un día de lluvia y tormenta por lo que lo pasamos en un cochecito turístico, con un paraguas y de bar en bar. Volvimos esa misma noche con el pasaporte renovado.
Se me olvidan cosas. Claro. Pero bueno, me siento mejor porque por lo menos cierro Desdemadridalmundo como merece. Tengo ganas de volver a Madrid y comenzar una nueva aventura allí, con Julio, y más cerca de los nuestros.
Besos a todos los que nos han acompañado en Desdemadridalmundo en este año nuestro
domingo, 8 de julio de 2012
28 días en Argentina: Haciéndonos a los aires de tango

Contaba que fuimos al Mercado San Telmo, que no parque. En realidad, la plaza desde donde parte el Mercado San Telmo se llama Dorrego. Desde ella se cruzan calles llenas de puesto con garrafas de colores, cuadros del tango, fotografías de la nueva y vieja Argentina, ropa, objetos curiosos, otros viejos y algunos antiguos. Es un mercado precioso, diferente, lleno de música, de pasos de tango y de gente.
Desde ese primer domingo en que conocí el popular mercado San Telmo, la Avenida de Mayo, sus calles colindantes y la Casa Rosada que, por cierto, de noche se convierte en un arco iris un poco cursilón, con los edificios de al rededor iluminados de azul, rosa, violeta..., hemos paseado por muchos otros barrios de Buenos Aires.
Un sábado estuvimos en Palermo Hollywood. Casas coloniales, con tiendas de moda, creativas, carísimas, restaurantes, terrazas, otro mercado callejero, lonjas y lonjas compartidas por jóvenes diseñadores que intentan lucir sus novedades. En otra ocasión, fuimos a la Plaza Italia y compramos un libro en una Feria del Libro que se instala allí perpetuamente. También hemos comido y dado vueltas por la zona del cementerio Recoleta y su propio mercado; hemos cenado exquisitos filetes de carne en una pequeña terraza llena de teatros de la calle Corrientes; paseado por la calle Florida a ritmo de Jazz y hemos pasado los fríos días de Buenos Aires entre colectivos y Subte- bus o guaguas y metros, respectivamente-, perdidas de rumbo- las mías- curioseando y trabajando.
Entre los paseos y el intentar crear un ritmo cotidiano, buscamos sitios baratos donde comer algo del país- que no es fácil- curioseamos tiendas a ver si encontramos algo creativo y barato- esto último tampoco es fácil- procuramos no perdernos en las inmensas calles- para mí imposible-, observamos con nuestros propios ojos las populares caceroladas -que siguen vigentes-; los largos y largos besos de ellos con ellas y viceversa, y vamos topando con gente.
Y es que ya estamos haciendo conocidos, que a ver si llegan a ser amigos. A un ritmo muy diferente del de Kenia, pero es que también la vida aquí es diferente. Primero, fuimos a comer a casa de unos argentinos amigos de mi Elena Torrellas. Fue una tarde agradable, nos reímos de la manera que tiene Boli de contar las historias del país y comimos estupendamente. Tras ellos, llegó Javier, el dueño de un bar cerca de casa que habla con los ojos y por los codos. Un tío simpático y agradable que no da tiempo a meter baza, ni a que él tome aire. De su discurso descubrimos ciertas realidades de este país, como es el desencanto perpetuo que sienten los Argentinos por su Gobierno y su forma de vida. Con Javier llegó Juan, un huelvano que viene y va de acá a allí por trabajo. Él, en lo bajo nos desmiente todas las fantasías de Javier, mientras nos va contando su punto de vista sobre la manera de vivir de Argentina.
A parte de ellos, el mantener charlas con la gente no es nada complicado. Sólo tienes que preguntar algo y enseguida te preguntan: ¿De España?. Casi siempre tras la pregunta viene una historia del interlocutor sobre su procedencia española, el ritmo de la historia de España, nombres de descubridores que crearon no sé qué parte de Argentina... En fin, que hay que ponerse al día con la historia de la colonización porque aquí saben y recuerdan mucho y, además, se remontan a la época de Colón y Pinzón.
Y, por último, contarles que hemos cumplido nuestra promesa. Comenzamos las clases de tango y ya sabemos hacer nuestro primer paso, el cuadrado. Todavía no tenemos ese aire tan digno de tango porque Julio no puede evitar mover los hombros de un lado a otro como si se tratará de salsa y yo tampoco dejo la manía de menear la cadera. Así que se pueden imaginar. Aún así, nuestro resabio profesor llamado Luisito y versado en todas las maestrías, no sólo en el baile, nos anima con cariño mientras va adelantándonos capítulos de su vida. Las clases de Tango las damos en la Casa de Gardel, el cantante tangero más popular de Argentina... y, señores, que no sirva de precedente, son gratis.
En fin. Se me quedan cosas en el tintero, como siempre. Pero para cuando la memoria falle ya está plasmado un pequeño recuerdo de nuestro primer mes en Buenos Aires.
Por cierto, Juan nos ha invitado a cenar esta noche a un sitio que dice es estupendo y que se canta opera. Ya les contaré... o no.
!Ah! Lo olvidaba. Vimos y celebramos el triunfo de la Roja -otra vez- en el bar de Javi. Yo daba saltitos y aplaudía, mientras Julio, con un ojillo en la pantalla, conversaba con un caballero argentino, con aires de noble y un poco pimplado, que se agarró a nuestra compañía hasta que nos fuimos.
Hoy llevo 28 días en Buenos Aires. Julio, 36.
Hoy rebesos- como dicen acá- a todos los que no se olvidan de leer desdemadridalmundo.
lunes, 11 de junio de 2012
3 días en Argentina: Aterrizando en Buenos Aires
Ya estamos aquí, en Argentina. Para no perder la costumbre, Julio lleva una semana más que yo en el nuevo destino. En esa semana se ha pasado el día caminando por las calles de Buenos Aires buscando una casa para nosotros.
Pues ya estamos asentados en un pequeño apartamento, acogedor, con cierto aire bohemio que recuerda a esos basement de Londres. Las vistas de nuestras ventanas dan a un pequeño y viejo jardín interior de nuestro edificio de estilo señorial. En estas dos mañanas que llevo en la casa, mientras desayunamos, viene un pájaro a darnos los bienvenida. Ese saludo mañanero compensa la poca luz solar que se filtra entre los árboles y plantas del romántico jardín.
La sensación es extraña. Llevamos un mes de aquí para allá. En esos días hemos visitado Barcelona, Valencia, Madrid, y yo Canarias. Hemos posado la cabeza en cinco almohadas y, en ocasiones, me despertaba sin saber dónde estaba... Pero eso no es lo extraño. Es esa sensación de que nuestro tiempo en Kenia parece como un sueño, como si no fuésemos nosotros los que vivimos más de cinco meses en Nairobi. Aún así tenemos en la memoria cada uno de los amigos que hemos dejado allí y siempre, sin saber cómo ni cuándo, nos decimos que volveremos.
Volver a España fue reconstituyente y contrariamente agotador. El abrazar a familia y amigos fue emotivo. Los encuentros de todos a los que queremos, de Valencia, Madrid, Canarias, sentó bien. Sin embargo me sentía desarraigada, no sé Julio, aunque Madrid volvió a embriagarme con su embrujo. Es una ciudad que nos dice que somos para ella.
Pero ahora es el momento de Argentina. Buenos Aires es un lugar cómodo de caminar. Es añeja, amplia, creativa, culta, cultural... Entretiene a casa paso. El acento es atractivo y la tarea más cotidiana una aventura. La moneda del país me tiene loca y la gente habla mucho, es amable y tiene ramalazos peleones con pinceladas de pequeños embustes. Al contrario de disgustarme, creo que este punto me va a entretener mucho.
En estos mis tres primeros días en Buenos Aires hemos hecho cosas rutinarias: ojear de un lado a otro, observar cartas y menús de restaurante, admirar librerías, desayunar los deliciosos y pequeños croissants, encontrar un mercado, ir de puesto en puesto, comprar verdura, quesos, fiambre, pasear y pasear... Y otras no tan comunes tras Kenia, como abrigarnos hasta las orejas, caminar por aceras, hablar con todos en español, coger autobuses con muchos años en sus ruedas y peculiar personalidad...
En esos paseos, Julio me va presentado nuestro barrio, Recoleta, cuyo nombre ha robado al cementerio que se encuentra en medio de la zona. Dice que es una buena zona y tiene que serlo porque los comercios se suceden unos tras otros. La Avenida Callao, General de las Heras, Santa Fe, esas son las calles que rodean nuestras casa en Pacheco de Melo. Aquí es donde viviremos como mínimo cuatro meses.
Hoy, domingo, hemos ido a la Plaza San Telmo. Hoy no hablaré de este sitio, lo dejo para mañana porque merece un post entero. Sólo digo que me he emocionado al admirar los pasos de tango, escuchar la música y voces de tango y descubrir el aire de tango.
Hoy llevo tres días en Buenos Aires. Julio, 10.
Hoy besos para Pepita, Edu, Ara y Zanahorio, Pedro, Elena T, Mavi, Gonzalo y Manieve, Raúl, Cristina, Asha, Tony, Ash, Jonny, Oscar, Clara, Delfín, Stefan, Melissa, Oli, Francis, Nuria, Marlene, y en especial a Rebe y Kiko.
jueves, 10 de mayo de 2012
Cinco meses y diez días en Kenia: en homenaje a nuestra gente de Kenia
He tardado mucho en volver desde mi último post, pero es que a veces no se escribe porque te haya abandonado la inspiración, a veces es porque es tanto lo que tienes que decir que el embotellamiento no te deja sacar las palabras.
Quería contar muchas cosas sobre
Kenia antes de marcharnos. Las tenía apuntadas para que no se me olvidasen: ‘
los Matatu Matata’, ‘el beso de las jirafas’, ‘La muerte de Keko-keko’, ‘Kenia
versus Kenia’, ‘Julio en Kenia’, ‘ Mi vida en Kenia’, ‘La marcha de Kenia’, ‘Los
Safaris’, ‘Los proyectos futuros’, ‘Mi prima Marta, algún día en Kenia’…y ‘Gracias
a nuestra gente de Kenia’.
No sé si en estos días de
transición me dará por cumplir con los temas pendientes, pero el último no lo
dejo en el tintero. Así que en homenaje a nuestra gente de Kenia.
Desde que llegamos a Kenia fuimos
tropezando con todo tipo de gente, unos se convirtieron en nuestros amigos,
cómplices, compañeros y, hasta en ocasiones, fueron familia. Ellos son los que nos
han guiado en nuestro periplo por Kenia, los que nos han enseñado este país y
con los que hemos vivido nuestros días aquí.
Esta vez digo los nombres
completos: Empezando por Iñigo, nuestro compañero de casa, la primera persona
que conocimos y la que nos introdujo en las leyendas de Kenia. Porque Iñigo
sabe contar historias siempre con un punto novelístico. Ángeles, que fue el
principio y el final de Kenia, una mujer enérgica y risueña que entraba y salía
en casa como un huracán de buen rollo. Olatz y Francis, nuestros primeros
amigos, con los que hicimos nuestra primera excursión, con los que conocimos a
la gente turkana y el coraje de empezar de cero en una tierra como ésta. Olatz fue
mi confidente y mi hombro en muchas ocasiones y Francis un compañero de
aventuras para Julio. Nuria, todo corazón energía, valentía y determinación,
ocupada como nadie pero siempre disponible para ti. Nuria nos ha obsequiado con
una bolsita que contiene un mapa de Barcelona y sus llaves, por si necesitamos
un hogar cuando lleguemos. Las mexicanas lindas: Marlene y Xochit, a las que se
unieron Valeria y Rocío. Ellas fueron las que me dieron la riqueza de Kenia,
las que me ofrecieron conocer Kibera, las que me llenaron el espíritu de amor
limpio. Xochit es sabiduría, comprensión, cariño y de las mejores personas para
las mejores charlas, y Marlene, no tengo palabras para expresar lo que ha sido Marlene
para mí: mi maestra, mi amiga, también mi confidente, mi cómplice, mi alegría y
mi sonrisa. Lo único que me quedó pendiente con Marlene fue una buena
borrachera. Marta y Abdil, llegaron casi al final pero aportaron lo mejor de
ellos desde el primer día: compañía, curiosidad, historias de mil mundos y amor,
el que sienten entre ellos que contagia a todo el que les acompañe…
Raúl y Cristina. Nuestros
enkerendes. Nuestro apoyo, nuestros oídos, nuestros consejos, nuestro respiro y
nuestros amigos para siempre. Y 'los safaris'. He dejado a los safaris para el
final porque llegaron con más del meridiano de nuestra estancia aquí, pero supusieron todo desde que los conocimos. ‘Los
safaris’ son aquel grupo de amigos incondicional con el que siempre cuentas
para todo, con todo y en cualquier lugar. Son puertas de bienvenida, hogares
que te recogen, ventanas que te dan aire. Los safaris son: Estefan y Delfín, él
elegante, afable, cariñoso y siempre de buen talento; ella, siempre sonriente y
responsable con el cuidado del mundo; Melissa y Rocío, madre e hija, acompañante
de las cenas, dulzura con cierta melancolía, pero siempre con buena cara;
Ash, Jonny y Oliver, madre, padre e hijo geniales en el triangulo y por
separado que vivieron y viven una historia que merecería ser contada (si un día
me dan permiso, me encantaría ser la narradora); Oscar y Clara, ¡madre mía
que pareja!, positivos, animados, dulces y con su punto cómico (sobre todo por
las cosas que les pasan aquí con un coche que yo me sé); Virginia y Javi: a la
primera, lo sé, me pegaría como una lapa porque es de esas personas que nunca
me aburría en una charla, y Javi es el primero que vio algo en nosotros que le
mereció la pena, un truhán con un corazón enorme. Y, finalmente, Tony y Asha,
el corazón y el alma de ‘los safaris’
que representan todo lo bueno de Kenia: experiencia, mucha experiencia,
generosidad, cariño, hospitalidad, organización, planes, compañerismo, disfrute, viajes, amistad,
cachondeo, alegría, diversión…Son los que pacientemente ven marchar a los
amigos y los recogen en sus regresos. Son los que esperarnos
encontrarnos en nuestra vuelta a Kenia…algún día.
Y como esto lo escribo yo, para
mí Kenia también ha sido Julio, mi compañero. A ti cariño, gracias amor por ofrecerme
esta experiencia, por cuidarme, por soportarme y por resistir.
Todos sin excepción han creado
nuestra vida en Kenia. Son los que nos hacen ver Kenia tal y como la hemos
vivido, son los que nos han hecho querer Kenia y son por los que algún día
volveremos a Kenia.
Gracias a todos de corazón y hasta pronto. Allí dónde
estemos siempre serán muy bienvenidos.
Hoy es nuestro último día en
Kenia. Yo viví en Kenia 5 meses y 10 días. Julio, 5 meses y 17 días
Pd: Algún día este post llevará fotos...
Pd: Algún día este post llevará fotos...
martes, 17 de abril de 2012
147 días en Kenia: Cosas que no he contado
Estaba trabajando y saltó el apartado de mensajes de Facebook. Era Asha que me anunciaba la marcha de Virginia. Nos hemos puesto a charlar, a contar nuestras nimios y pequeños cansancios respectivos y a buscar nuevos planes…. Esto último me ha dado gusanillo de más, así que se me han quitado las ganas de seguir trabajando. En esta ocasión estoy haciendo una guía turística sobre las localizaciones en Cardiff de una serie televisiva indescriptible. Se llama Torchwood y su primer capítulo se titula ‘Everything Change’.
No viene al tema, pero el título
sí: Everything Change. Y es que para
nosotros todo está cambiando. Por esa razón será que cada vez me cuesta más
escribir. Es como que llega el final…, y ya sabes qué pasa con los the end: estás
deseando encontrarte con él, pero a la vez no quieres que llegue ese momento.
En fin. Durante estos casi cinco
meses en Kenia hemos vivido muchas cosas que no he contado. Unas insignificantes,
otras significantes. Son anécdotas que quise guardar, que no pude narrar, que
no venían a cuento o que se pasaron en el tiempo. También son emociones de
completa sorpresa, de indignación, de desilusión, de esperanza, de alegría,
soledad, resignación, generosidad, solidaridad y compresión. Pero sobre todo
son experiencias que, creo, han hecho de Julio y de mí otras personas. Se
tratan de vivencias, unas contadas y otras no.
Recuerdo una de ellas protagonizada por Judith. Judith me hizo una
lista para prepararnos una comida verdaderamente keniata. Fuimos al
supermercado y al día siguiente, un viernes, comimos todos juntos en casa: O, Francis, I, N, Nasib, Julio y yo. Judith no paró de hablar de las tribus,
de sus guerras, de los malos que eran unos y los buenos que eran otros y de sus
costumbres. El menú consistió en Matoke, una especie de banana verde que se
cocina, y Pilau, arroz con carne.
Laura con Judith, J, O y Nasib |
Nunca ha dado pie a la desconfianza, pero a pesar de ello, por causa de un extraño robo en casa, su puesto estuvo en peligro. Sabíamos con seguridad que ella no había sido, así que Julio con sabiduría y medida pausa supo descartarla de cualquier sospecha. La pena es que nunca sentiremos plena confianza en ella, no porque sea Judith, sino porque aquí el keniata tiene un papel predefinido y el blanco también.
Nasib. El compañero de risas del día a día de Julio. Es masai, conductor y lleva y trae a Julio de un lado
para otro, acompañándole allí donde vaya por trabajo. La relación es de
charlas, de lecciones en español, de complicidad y de risas, porque se lo pasan
muy bien juntos. Nasib viene de vez en cuando a comer a casa. Le invitamos
intencionadamente porque prácticamente no comen o se alimentan a base de Ugali,
una masa de harina sin sabor que detesto. Un día se puso enfermo del estómago.
Hacia como tres semanas que no venía a comer a casa, pero el médico le dijo que
seguramente su padecimiento era la comida extraña que yo preparaba. Así y todo,
volvió a casa a la hora del almuerzo. Desgraciadamente, ese día hice un rollo de carne de cerdo. Le
encantó hasta que preguntó de qué carne estaba hecho y al enterarse de que era cerdo se negó a
comer porque son animales muy sucios. Le pregunté si era musulmán, pero lo
negó. A los días, nos enteramos de que era musulmán.
Mombasa: Diani y Tiwi. Playas paradisiacas y casi vírgenes, donde
la armonía espiritual se jode por los constantes beachboys, jóvenes que nos
persiguen allí donde vayamos para vendernos todo lo posible. A Mombasa fuimos
con amigos y solos. Dimos a comer a monos y perros que llegaban a nuestra mesa
justo a la hora de comer, y teníamos cocineros que nos preparaban pescado y
marisco fresco, traídos por ellos.
En Mombasa, la segunda ciudad más grande de Kenia, residimos en casas cabañas de ensueño; nos fuimos a un arrecife de corales en donde descubrimos una paleta de colores de peces que hasta ahora no había visto en vivo; navegamos en viejos veleros en los que nos cantaron canciones del país; avistamos delfines; me pinché con erizos de la costa; conocimos la vida de la playa, totalmente diferente a la de Nairobi; experimentamos la incapacidad de las compañías aéreas, que te eliminan los vuelos como si nada y te meten en otros de la misma manera; traspasamos el mar por el ferri con una especie de excitación y temor al estar completamente rodeados de negros en la noche; sufrimos nuevamente el escalofrío de los adelantamientos; subimos en tuk-tuks (taxi motos) para ir de compras al supermercado; disfrutamos de masajes y del agua de los cocos cortados por los beachboys, y a Mombasa fuimos en el Lunatic tren.
En Mombasa, la segunda ciudad más grande de Kenia, residimos en casas cabañas de ensueño; nos fuimos a un arrecife de corales en donde descubrimos una paleta de colores de peces que hasta ahora no había visto en vivo; navegamos en viejos veleros en los que nos cantaron canciones del país; avistamos delfines; me pinché con erizos de la costa; conocimos la vida de la playa, totalmente diferente a la de Nairobi; experimentamos la incapacidad de las compañías aéreas, que te eliminan los vuelos como si nada y te meten en otros de la misma manera; traspasamos el mar por el ferri con una especie de excitación y temor al estar completamente rodeados de negros en la noche; sufrimos nuevamente el escalofrío de los adelantamientos; subimos en tuk-tuks (taxi motos) para ir de compras al supermercado; disfrutamos de masajes y del agua de los cocos cortados por los beachboys, y a Mombasa fuimos en el Lunatic tren.
Un viaje en el Lunatic train es una experiencia que te aconseja todo el
mundo. No es fácil realizarlo porque el tren está continuamente jodiéndose,
atascándose o quién sabe qué más. Y es que sólo hay un raíl desde Nairobi a
Mombasa, así que si un tren descarrila en su trayecto eso ya frena la marcha
del resto durante un par de semanas.
Lunatic Train |
El caso es que merece la pena el
viaje porque por la rendija de la ventanilla
vas descubriendo el paisaje de Kenia desde su centro hasta su sur. Pueblos
dispersos de chozas, con sus vacas y cabras alrededor; inmensos campos
cultivados, en los que aparecen figuras de hombres y mujeres agachadas, grandes
mezquitas rodeadas de cabañas de paja y barro; mujeres cubiertas de arriba abajo,
mujeres vestidas con faldas de kikois; niños, muchos niños, corriendo descalzos siempre
tras el tren, con gesto de hambre, de saludos y de dame algo; un paisaje inverosímil
en sus dos extremos: la belleza de una naturaleza a la que no le llega la mano
del hombre- por el momento- y la horrorosa imagen de la más infame pobreza representada
en dos fotografías: el paso de Kibera en la noche, que nos dejó sin
respiración, y el espantoso vertedero barrio de la entrada de Mombasa por la
mañana, que hubiese sido mejor no tener ni vista ni olfato para presenciar la
escena de ver a gente viviendo y rebuscando no sé qué en una montaña gigante de
mierda. Dos recuerdos que, por mucho que
quiera la mala memoria, ni Julio ni yo, olvidaremos.
Kibera. De Kibera he hablado mucho, pero es que sin este lugar mi vida en Kenia se hubiese
quedado coja. Kibera ha sido de las experiencias más gratificantes de mi
vida y sólo por ello siempre estaré eternamente agradecida a O y Marlene. A la primera por introducirme
en la vida de aquí, y a la segunda por darme la bienvenida a Kibera.
Este sábado volví. Cada
vez soy menos útil porque Marlene tiene una nueva cooperante que ha llegado de
México, Valeria, que se mueve como pez en el agua. Aún así, voy por añoranza, por pasar un
tiempo con los niños y por vencer al miedo. Y es que a Marlene también le han
robado, pero a ella a punta de pistola y de camino a su trabajo en el slam.
Marlene sigue yendo cada día a Kibera, sin miedo -o con temor disimulado- y con su inseparable sonrisa, así que yo también. Este sábado hemos bailado, tocado tambores, cantado y reído
guiados por Daniel, un músico local encantador experto en el trato con los
niños y en tocar los timbales. Ahí he notado que sí que voy a llorar, pero va a
ser cuando abandone Kibera y a los niños de los sábados, como a Ive.
Algo le pasa a Ive. Su sonrisa se ha muerto y mira al suelo
constantemente. Estoy convencida de que le han hecho algo. No sé qué, ni quién,
pero algo le ha pasado. Así que no he podido evitarlo: le he acariciado, dado
besos, mimado y, con sólo esos gestos de cariño, Ive se ha pegado a mí como una lapa, agarrada a mi brazo
todo el tiempo y allí donde estuviera siempre estaba buscándome.
En este día, mientras andaba trasteando con fuego para calentar los tambores -la tarea que me marcó Marlene-, llega ella diciendo con naturalidad que la policía acababa de matar a un ladrón. A este pobre desgraciado se le ocurrió robar, junto a un compinche, a un local en otra zona de Kibera. Pues no se pudo librar, porque la policía le siguió hasta la zona de la misión, le rodeo y le pegó cuatro tiros. Primero, uno en la pierna y, como no dejo de moverse y como tampoco soltaba la pistola que llevaba en la mano, siguieron los demás disparos hasta que murió. Según cuentan, si en vez de la policía, le atrapa un grupo de locales, su suerte y su vida hubiese terminado bajo un neumático de fuego. Y es que aquí al ladrón se le quema...La gracia es que no hay mayor ladrón en Kibera que los miembros de su Gobierno al completo, pero éstos en vez de neumáticos de fuego reciben mansiones. Para ser realista, la manera drástica que se tienen en Kenia de acabar con un ladrón, impacta, pero la verdad es que no se diferencia en mucho de España en la forma desequilibrada que tenemos de castigar a unos pobres desgraciados y de indultar a ricos miserables.¿No creen?
En este día, mientras andaba trasteando con fuego para calentar los tambores -la tarea que me marcó Marlene-, llega ella diciendo con naturalidad que la policía acababa de matar a un ladrón. A este pobre desgraciado se le ocurrió robar, junto a un compinche, a un local en otra zona de Kibera. Pues no se pudo librar, porque la policía le siguió hasta la zona de la misión, le rodeo y le pegó cuatro tiros. Primero, uno en la pierna y, como no dejo de moverse y como tampoco soltaba la pistola que llevaba en la mano, siguieron los demás disparos hasta que murió. Según cuentan, si en vez de la policía, le atrapa un grupo de locales, su suerte y su vida hubiese terminado bajo un neumático de fuego. Y es que aquí al ladrón se le quema...La gracia es que no hay mayor ladrón en Kibera que los miembros de su Gobierno al completo, pero éstos en vez de neumáticos de fuego reciben mansiones. Para ser realista, la manera drástica que se tienen en Kenia de acabar con un ladrón, impacta, pero la verdad es que no se diferencia en mucho de España en la forma desequilibrada que tenemos de castigar a unos pobres desgraciados y de indultar a ricos miserables.¿No creen?
Por hoy lo dejo aquí. Seguro, narraré
más historias de nuestra vida en Kenia que se me quedan en el tintero. Julio
también tiene mucho que contar, porque él ha sufrido-exprimido cosas que yo no he
experimentado. Así que espero que, antes de que termine este viaje, se anime.
Hoy llevo 147 días en Kenia. Julio, 154 días.
Hoy un beso a Asha que me ha arrancado de Torchwood para meterme en las
cosas que no conté de Kenia.
miércoles, 4 de abril de 2012
4 meses y 7 días en Kenia: la lluvia anuncia el otoño
Cuando llegué a Nairobi se estaba terminando el invierno y ahora, a un mes de irnos, comienza el otoño. La temperatura sigue cálida, pero la lluvia indica que cambia el tiempo. Hoy Julio le ha preguntado a un ascari- así se llaman los guardas de las casas- cuándo terminarán las lluvias, y el hombre con su inseparable sonrisa nos ha afirmado que hasta junio veremos el cielo llorando sin tregua.
La lluvia a Nairobi le sienta
bien porque asienta la tierra y su verde está más vivo, además, el aire se
respira limpio y fresco. Así que ni tan mal, por el momento, porque si vamos a
vivir todo el mes que nos queda aquí de lluvias, seguramente terminaremos
desesperados.
En fin. Sin avisar, con las primeras lluvias ha llegado el preludio de las despedidas. El lunes fue la primera, la de Cristina, la Enkerende. Se va a
Alicante por un mes y cuando vuelva nosotros ya no estaremos aquí. Raúl y Cris
vinieron de Masai Mara en sus típicas visitas relámpagos antes de seguir camino
hacia España y en ese momento nos dimos cuenta de que ya no nos volveremos a ver. Se me
ocurre difícil pensar que no me encontraré otra vez con alguien que ha sido tan
importante para mí en Kenia. Nos hemos prometido un rencuentro, pero lo que no
sabemos es dónde será. Por suerte, Raúl viene sobre el veinte de abril, así que
con él si haremos un festejo de hasta luego. Ya está planeando llamar a los ‘safaris’
y montar algo en Mara.
Les he hablado de Cristina unas cuantas veces: la Enkerende, la mujer que pisó Kenia en su viaje de novios y decidió que aquí iba a vivir, la organizadora invisible, mi especial hiena, una mujer con irónico humor, con un gran sentido de la hospitalidad, sin ñoñerías, con toques ácidos que agradeces, con un gusto impecable, elegante y moderado, con una bondad inteligente y, con todo eso, una mujer discreta. Esa es mi amiga Cristina, la Enkerende.
A ha
estado en casa por dos semanas porque comienza el principio del fin del
proyecto de Julio. Ella fue la segunda persona que conocí cuando llegué a
Nairobi. En nuestro primer encuentro venía a elegir oficina y, en este otro,
regresaba para inaugurarla.
Por el momento se pausan las despedidas,
pero estas dos, sobre todo la de Cristina, suponen el preámbulo de lo que se
avecina y, la verdad, aunque estamos cansados y añoramos muchísimo nuestras
tierras y nuestras gentes, me estoy haciendo una idea de lo que supondrá. Y es
que Kenia no está a la vuelta de la esquina y esta gente, nuestra gente de
Kenia, se queda en la tierra roja.
Noto que me estoy luciendo de
melancolía. En fin, para cambiar de tema les contaré que en estos días, tras mi
suceso Nairrobi, se ha ido apaciguando el miedo con la compañía de ‘los safaris’.
Y es que se están convirtiendo en nuestros amigos incondicionales que siempre
cuentan con nosotros.
Naivasha con 'los safaris', para reconciliarme con Kenia
Al fin de semana siguiente del
robo nos invitaron a ir con ellos a Naivasha para recogernos en una casa cerca
del lago. Nos pasamos los dos días en un mini paraíso exclusivo para nosotros, comiendo,
jugando a las cartas, al domino- por cierto, Tony y yo somos la pareja invencible-
oyendo música y charlando. También hice un paseo a caballo con Julio y Asha, que prácticamente me obligó a ir y se lo agradezco porque me encantó volver a montar a
caballo –no lo hacía desde la Universidad-, y visitamos las granjas de flores.
A la vuelta, tras hacer una visita a los rosados flamencos de Kenia, nos volvimos a topar
con la otra moneda del país: los espectaculares accidentes de la carretera. La
de Naivasha me da especial miedo, y más de noche, porque nunca sabes cuándo un
coche va a ir directo hacia ti. Son dos carriles con dos direcciones y los keniatas
sienten un especial cariño a adelantar sin saber cómo.
Con ‘los safaris’ vamos seguros y
tranquilos porque el sentido común impera al volante, pero eso no impide que
nos topemos de golpe con accidentes impresionantes como el que presenciamos en
la vuelta hacia Nairobi.
En esta ocasión, el conductor de un autobús lleno de gente hizo un movimiento brusco sin sentido y sin riesgo de antemano
que obligó el vuelo del vehículo hasta que cayó de un costado. Julio, Tony y
Jony se bajaron de los coches y las mujeres nos quedamos dentro por si con el barullo nos mangaban las propiedades.
Muchísima gente acudía al autobús
y mientras unos ayudaban a la gente atrapada, otros les robaban las
pertenencias. La verdad, el fotograma no es fácil de entender: un coche de policía
se paró justo delante de nosotros, el conductor se bajó, no se movió del sitio
y con la misma se fue dejándonos atónitos; el cobrador del autobús pedía ayuda a gritos
reconociendo que el conductor estaba borracho y Jonny sacó a un niño por una ventana mientras se manchaba de sangre, algo que nos puso nerviosos a todos. El resto del
trayecto lo hicimos más prudentes, si cabe, y con cierto sabor agridulce. Ahí
volvió mi sensación de que vivir en Nairobi no es fácil, nada fácil. Cuando llego a esta conclusión enseguida me viene a la
mente la vida de Asha y Tony, que llevan más de una década aquí.
Los días han pasado desde el fin
de semana de Naivasha y nosotros, con la compañía y los planes de ‘los safaris’,
seguimos disfrutando de lo bueno del país: gente interesante, muy interesante, bailes
sensuales, buen humor, sonrisas
abiertas, historias emotivas, lazos de amistad, vivencias únicas y una gran y desbordante
sensación de estar exprimiendo la vida. Eso
es lo que tiene la intensidad: dos caras.
Me equivoqué en el otro post. En
realidad llevó 4 meses y 7 días en Kenia. Julio, 4 meses y 14 días.
Hoy mi beso va para A y, por supuesto, para
Cristina ‘La Enkerende’. Buen viaje y hasta pronto.
viernes, 23 de marzo de 2012
123 días en Kenia: NAIRROBI
![]() |
Un buen día en Kibera |
No me he equivocado al escribir
el nombre de la capital de Kenia. Es que así la llaman los expatriados: Nairrobi, porque
cuanto más tiempo pases aquí más probabilidades tienes para que te roben. Desde
que llegamos oímos muchas historias sobre los ataques y robos de Nairobi, pero, afortunadamente, nos íbamos librando de ser uno de los protagonistas de esas
historias. Unas son de chistes: vas en el coche, hablando por teléfono, con la
ventanilla un poco bajada y, de repente, te encuentras charlando con tu mano. Otras, acojonan más: te
sacan cuchillos, o te rajan el bolso, del lado que esté, eso no importa, y… algunas ni las cuento.
Todos los que llevan tiempo aquí han vivido alguna que otra de estas experiencias. Eso te hace pensar porque en
cualquier ciudad te pueden robar, en Madrid, en Barcelona, en Las Palmas de
Gran Canaria… pero en estas ciudades, que te roben es como una lotería, te ha
tocado porque tenías el boleto. En Nairobi, eres una diana porque eres blanco.
En fin. El sábado por la noche
fui diana y blanco. Intentaré contarlo sin drama, tampoco lo hay. Simplemente
fue un robo…doble. Más por mi estupidez que por la habilidad de los granujas.
Parte de 'Los Safaris' |
¿Se acuerdan de nuestros nuevos
amigos? los ‘safaris’. Pues nos llamarón para ir a cenar y tomar algo por ahí
el sábado por la noche. Pues guapos que vamos porque lo pasamos estupendo con
ellos.
Casi siempre se va a todos
los lados en coche, y más por la noche, porque un blanco que se precie no iría ni
loco caminando por Nairobi de noche. Bueno, pues después de cenar en un tailandés,
de ir a un local de indios a tomar algo y de cambiar a otro que está más de
moda, ‘el Gypsy’, localizado en Westlands- una zona de bien con mucho muzungu
por los alrededores- decidimos volver a mudarnos de sitio.
Como hay tanto coche, yo me fui
de copiloto con Oscar y Julio con Stefan. Cogimos el coche y Julio me llamó
para decirme que se habían parado en una gasolinera… Una que estaba justo
enfrente de nosotros. Ahí me quedé hablando con mi mano… Me arrancaron el móvil
por una rendija de la ventanilla. Desde que dije, ‘¡Ay! el cabrón se ha llevado el móvil’, Oscar, con el coche
encendido, se bajó inmediatamente para ir por él. Grave error. Yo me bajé
también… peor error.
Lo siguiente fue muy rápido. Oscar y el manga móvil en la
acera de enfrente, uno contra otro, como si de jugadores de Rugby se
trataran, tanteándose, tambaleándose a un lado y al otro, sin tocarse. Yo, junto al coche,
gritando e indicando: ‘es ese,… es ese’, frente a cinco o seis tíos que me
rodeaban…. Creo que en esos momentos me preguntaba, '¿pero, por qué coño me rodean estos tíos si el ladrón está en el otro
lado?’
¡Madre mía!, cómo se puede ser
tan tonta. Lo siguiente fue un manotazo de tres pares de narices en la cara que
me tiró de bruces al suelo, lugar y momento oportuno para arrancarme el bolso. Me
levanté de golpe para ir hacia el coche mientras mi particular grupo de
delincuentes corrían y se peleaban por mi bolso. Y es que faltaba el tercer pillaje,
el coche, con llaves en contacto y encendido. Bueno, pues con éste no pudieron porque antes
de que un tío se subiese al coche, arranqué las llaves del contacto.
Y ahí nos quedamos. Oscar en la
acera de enfrente, viendo como una pandilla de adolescentes corrían y se despellejaban
por el mini botín, y yo, sentada en una piedra, junto al coche, agarrada con
una mano a un colgante de un exbolso y con la otra, a unas llaves de coche.
Tengo que decir que mucha gente
se paró para preguntar, ‘después’, si necesitaba ayuda y si llamaban a la policía.
Les dije que no, ¡Madre mía!, la policía no, por Dios. A los dos minutos
llegaron Julio y todos los demás, siete personas nada más y nada menos. Me
abracé a él y por consejo de los amigos nos esfumamos.
El día de la barbacoa de puros |
El resto de la noche la pasamos
entre conversación y conversación conociendo los robos que vivieron nuestros
amigos en Nairrobi. Llegamos a casa y
Julio me mimó, me dio una sopita y me arropó.
Y, así es como fui bautizada en
Nairrobi. Ahora intento que se me pase el miedo para seguir disfrutando de
Kenia. Además, es fácil porque de todos y cada uno de los amigos que hemos
hecho aquí he recibido cariños y mimos.
No sé si aprovecharme un poquito ¡eh!
Consejos para los visitantes de
Nairrobi: No correr detrás de un móvil que te traiciona y se va con otra mano;
no llevar en el bolso el DNI aunque sea lo más razonable; no llevar recuerdos
tontos a los que tienes cariño, como por ejemplo: un llavero viajero de muchos
sitios a dónde has ido, un espejo de París, una carterita de Estambul con 2.000 KES (20 euros), dos
gafas de sol muy caras y tu brillo de
labios preferido. Total si nunca te acuerdas de ponértelo.
Hoy llevo tres 123 días en Kenia. Julio, 130.
Pd: La pasada noche, para montar
el caballo tras la caída, me he ido al
cumpleaños de Asha solita.
PD: Las fotos de hoy divertidas
para desdramatizar el tema.
Besos, abrazos y sonrisas a todos
jueves, 15 de marzo de 2012
115 Días en Kenia: La historia de Lilian Achieng
Conrado Espi, Jorge de Mingo, Loli Viadel, Mapi Placido, Mavi Naranjo, Patricia Parra, Pino Suárez, Virginia Torres y Virginia Sánchez, gracias de corazón por estar tan cerca, por
escucharnos y por sentir desde tan lejos
Hoy no voy a contar ninguna de nuestras batallitas en Kenia. Hoy voy a cumplir con una deuda pendiente que tengo con nuestros amigos. La historia de Lilian Achieng. Comienzo desde el principio.
Algunos de ustedes, los que nos siguen por nuestro
cuaderno de viajes, ya conocerán a Marlene,
la mexicana que trabaja en el “Integral
Human Developmet Department” de la Catholic Church- Kibera. Nos la presentaron
en nuestros días aquí, y a raíz de ese encuentro comencé a ir los sábados por la
mañana a colaborar con uno de sus proyectos. Mi ‘ayuda’ es una labor muy
gratificante porque simplemente me dedico a entretener con pinturas, dibujos y
manualidades a unos cuantos niños de Kibera que acuden a la misión integrados
en un programa de nutrición.
Voy al
tema. En nuestros paseos a Kibera, y tras la jornada de manualidades, Marlene cuenta
historias y pequeños extractos de la gente que vive en el slam. Suelen ser vivencias
muy duras, pero entre ellas aparece
alguna impregnada de espíritu de supervivencia y de determinación. Así que,
aunque la vida en Kibera es inimaginable para muchos, también está formada por
gente fuerte y con iniciativa. Uno de esos casos podría ser el primo y tutor de
Lilian, Gilbert.
Un día,
tomando un café con algunos amigos, Marlene nos contó el caso de Lilian.
Gilbert,
como muchos otros de Kibera, apareció en la Misión porque necesitaba ayuda. Es una
práctica muy común en el slam, ya que día a día pasan mujeres, hombres y niños
pidiendo cualquier cosa: trabajo, dinero, comida, atención médica. Marlene está
acostumbrada, lleva tiempo trabajando en Kibera y ha conseguido detectar cuándo
realmente hay que prestarles atención y cuándo simplemente piden sin intención
de hacer algo por mejorar.
Pues,
como decía: Gilbert fue a la misión como muchos otros, pero con una diferencia,
fue con dinero ahorrado y con un motivo justificado. Es el primo y tutor de Lilian, una adolescente de
quince años, huérfana y con SIDA. No sé sabe si desde su nacimiento o si se contagió
más tarde, pero es algo que nunca se conocerá porque en Kibera de eso no se
habla ni se pregunta, se acepta.
En fin, para
más ironía de la vida, Lilian Achieng enfermó de fiberadenoma de mama, se trata
de un tumor benigno localizado en el pecho que suele desarrollarse más en
mujeres de raza negra a edad temprana. No es una enfermedad peligrosa si se
trata. Pero, Lilian ya llevaba dos años con el tumor.
Gilbert acudió
a Marlene con esta historia, con 16,000 Ksh (160 euros) ahorrados y con un plan detallado sobre lo que
necesitaba para ser operada por un médico que finalmente bajaba el
precio de la operación de 100.000 Ksh (Mil euros) a 80.000 Ksh (800 euros).
Marlene
le escuchó, y simplemente por tener dinero ahorrado, algo impensable en Kibera,
también le atendió. Ahí entramos nosotros. Marlene contó esta historia a unos
cuantos amigos y espontáneamente, por nuestra cuenta, decidimos probar a ver si
con la ayuda de nuestros propios amigos podíamos recolectar el dinero que hacía
falta.
La historia tiene final feliz
porque se consiguió. Marlene y yo fuimos al hospital con Gilbert y Lilian para hablar
con el médico. Se le pagó lo acordado y se buscó día de intervención. Lilian fue operada el 5 de Marzo. La intervención se complicó porque el tumor
se extendió al otro pecho, con lo que la cirugía fue más compleja y también más
costosa. También estuvo tres días de reposo en el hospital. Los imprevistos elevó
la cuenta a 240,000 ksh, aproximadamente 2.400 Euros.
Sin embargo, al final, entre la Misión, amigos
de expatriados, y familiares, amigos y otros conocidos de Gilbert, se consiguió pagar
al hospital, al médico y el tratamiento, y ahora, Lilian está en casa
reposando.
Les traslado las palabras de Marlene que
siempre nos tuvo al día de cada paso que se daba en este tema: “El sábado pasado, 10 de Marzo, fui a
visitarla a su casa, aquí en kibera y, aunque es tímida y no pude sacarle muchas
palabras, se mostró muy agradecida con una sonrisa que le marcaba un especial
brillo en su carita”.
“Seguro que la mayoría
que coopero para esta causa no espera un agradecimiento, pero les digo que
Lilian se los agradece de corazón, se agradece el don del desprendimiento, el
don de la caridad y el poder que existe en cada uno de nosotros para hacer un
cambio significativo en una persona tan joven en este caso”.
“De parte de la
comunidad de Kibera, de la parroquia donde se trabaja y principalmente de
Lilian, se les agradece infinitamente su apoyo”.
La historia
termina aquí y con la intención de Lilian: "quiero seguir en la escuela
para poder ayudar a niñas como yo, así como a mí me han ayudado", por lo visto es lo que dijo tras la
operación. En fin, eso ya se verá y en esta ocasión sólo depende de ella.
El caso es que nos queda a
nosotros, a Julio y a mí, agradecer a nuestros amigos la ayuda totalmente
desinteresada. Así que:
Conrado, Jorge
de Mingo, Loli Viadel, Mapi Placido, Mavi Naranjo, Patricia Parra, Pino Suárez, Virginia Torres y Virginia
Sánchez, gracias de corazón por estar tan cerca, por escucharnos y por sentir
desde tan lejos.
martes, 13 de marzo de 2012
113 días en Kenia: Los autoestopistas y las charlas universales
Pretendía escribir un post cuando cumpliese los 100 días, también pretendía que Julio escribiese su post con sus 100 días. Pero ni una cosa, ni la otra. El trabajo se acumula, Julio cada vez está más liado y yo, entre fallos de internet diarios, cortes de luz, también diarios, idas y venidas, y alguna flojera de mollera, pues tampoco pude o… no quise. Pero, la vida en Kenia continúa.
La primera cosa que les comento antes
de que se me olvide. Muchos ya saben la historia porque les mandé un correo espontáneo pidiendo colaboración. Se trata de Lilian, una niña de Kibera que necesitaba
con urgencia una operación porque sufría de fiberadenoma de mama. Marlene me
contó su historia y me involucré, involucré a Julio e involucré a todo el que
conocía. El resorte que nos hizo movernos fue que, por norma, es prácticamente
imposible que alguien de Kibera consiga ahorrar. Pues bien, el tío de Lilian
buscó ayuda y dinero, demostrando que él por su cuenta ya había obtenido una
pequeña parte de lo que necesitaba para operarse. Lilian se operó. En breve contaré todo lo que sé de esta
historia, sobre todo, porque los amigos que aportaron, por poco que
fuese, merecen saber dónde fue a parar la ayuda que prestaron. A todos, gracias
por sentir, compadecerse y aportar desde tan lejos.
Cambiando de tema 180 grados.
Vamos a los autoestopistas, que resulta que somos nosotros. Es el apodo que nos
han puesto nuestros nuevos amigos en Nairobi (ahora que caigo, seguro que me
equivoco a la hora de poner los nombres). En fin, ahí van: Tony y Asha, Delfín
y Stefan, Alegría –en realidad es otro nombre mucho más bonito, pero significa
alegría- Jonny, Oliver, el peque de Jony y Alegría de menos de un año-, Oscar, Virginia y Javier ‘El del Lujo’.
Haciendo autostop hacia el Masia Mara
Los conocimos de repente y de
casualidad, como suelen suceder con los mejores encuentros. Resulta que llevábamos unas semanas de infarto
en casa. No paraba de llegar gente, Julio trabajaba hasta las tantas de la
noche y yo sufría una crisis de improcedencia. En esto que los enkerendes nos
convencen para irnos un fin de semana relámpago a Masai Mara. Raúl nos comentó
que un grupo iba al camp y que podríamos aprovechar para ir en coche con ellos.
Pues nos apuntamos, y fue lo mejor que pudimos hacer: ese viaje con esos
desconocidos.
Desde el segundo uno que nos subimos al coche, con una capacidad innata, nos
trasportaron a España. Delfín es
francesa y Estefan alemán-etíope, pero el calor, el cachondeo, la sorna y la gracia española se traspiraba por todo el
4x4 que trasportaba a Tony y Javi. El resto de amigos nombrados llegaban a Masai por la tarde en avión.

Masai Mara estaba más bonito, si
cabe, que la última vez. Los masais seguían aparentando esa visión tan
tranquila y ancestral, y a los enkerendes los encontramos como el último día,
estupendos y hospitalarios. Fueron días de tormentas, algo
que embelleció el paisaje más todavía, fueron días de juegos de cartas, de
charlas y charlas, de competición al futbolín, de bailes de victorias -los míos-
de pesca -los de Tony, Javi, Jonny y Stefan- fueron días de descanso. Pasamos
casi tres días juntos, conociéndonos y gustándonos.
Este grupo nos han puesto
el nombre de los autoestopistas, por eso de que nos recogieron en la carretera y
como autoestopistas nos han acogido. Me gusta, me hace gracia. Yo les digo que
cuidado, que somos filántropos ocultos viajando por el mundo porque
experimentamos con el comportamiento de la humanidad…
Descubrir la inmensa llanura del
Masai Mara desde el cielo fue una de las experiencias más increíbles que he
vivido en mi vida. Y, ahí, con los ojos húmedos de emoción, cogida fuertemente
de la mano de Julio y observando la sabana, me sentí inmensamente afortunada. Otra
de las increíbles experiencias fue el Rally de Raúl, pero esa no la quiero
repetir.

El día de los autostopistas me
recordó a aquel en que conocí a Eva, también por casualidad. Ahora no me puedo
imaginar haber vivido en Madrid sin Eva.
Llevó 108 días en Kenia. Julio, 115.
Hace poco me enteré que mi tía
Manieve descubrió el blog. No les
conté nada de esta especie de cuaderno de viajes a mis tíos por pereza, vergüenza o algo así. Pero, en fin, ya lo
conoce. Ella dice que fue por casualidad, buscándome en la Red. Ummmm… No sé
yo. El caso es que ya me hizo una corrección y es que Madrid es masculino y yo l@ afemino. Mi tía es científica y no entiende que yo a Madrid la imagino mujer.
Hoy un beso a mis tíos, mis
protectores, y otro a mi tía Rosa, que siempre tiene tiempo para escribirme
unas palabras.
De parte de Julio, un beso a
los que no le escriben y muchos a los que le escriben.
Pd: Sigo yendo los sábados a
Kibera.
Pd: Tuve la oportunidad de escribir sobre otro sitio de Nairobi para TalentyArt. Para quién le interese: Go Down, el primer centro artístico del este africano
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